JOSÉ ÁLVAREZ GUERRA
La evolución de una estación
Para muchos leoneses, de esos que hoy peinan canas, si es que tienen la suerte de aún tener pelo, la estación de Matallana era algo que estaba en el paisaje, no mucho más.
En mi caso, que pelo tengo poco y canas todas, solamente una vez usé aquel tren, allá por los años ni se sabe, cuando estudiaba sexto de bachillerato, en una excursión que hicimos a La Vecilla.
Claro que por aquellas fechas los viajes de fin de curso, cuando los había, eran una cosa cutre y tercermundista, un festejo con una tortilla de patata en una tartera y poco más. Nada de ir a Roma, Grecia y aún más allá.
No había empezado el Plan de Desarrollo de López Rodó, y lo mismo que no había aquellos viajes estudiantiles (y si los había, eran a La Vecilla o similares), se iba de veraneo al pueblo de tus padres, pues Benidorm, Torremolinos o Marbella no existían, al menos como ahora, y muy poquita gente, como Carmen Lomana por ejemplo, iba a Celorio, incluso a lugares aún más exóticos, como San Sebastián.
Así que al ver ahora cómo desaparecen las viejas, aunque supongo que renovadas, vías de aquel ferrocarril en el que un día, con la muchachada quinceañera y sólo masculina, desde luego, me fui a pasar un día de campo, sin clase ni estudio, no puedo por menos que asombrarme de cómo cambian las costumbres, y con ellas, esas cosas que nos acompañaron como inamovibles.
Si me llegan a decir entonces que esa vieja estación se iba a convertir en una cosa mezcla de ella misma y centro lúdico y cultural, y que iba a ser salida de un tranvía que permitirá llegar a la universidad (¿una universidad en León?) y más, palabrita del Niño Jesús que habría jurado que estaban locos.
Pero los caminos del señor son insondables, que se dice, y así resulta que un tranvía que iba del norte al sur, que se unía, pero no, con el ferrocarril de vía estrecha, con un ancho de vía que era diferente pero que al final era el mismo, termina por ser el único tramo de tranvía que vamos a tener, y ¡oh milagro de estos tiempos!, una estación centenaria y un medio de transporte no menos antiguo, se unen y se revitalizan, dándose ellos una nueva oportunidad, y a nosotros un nuevo camino.
Bienvenido sea, y prometo volver, hasta La Vecilla o hasta donde sea.
